Es curioso el movimiento pendular, creo...Oscila de un lado a otro, de un punto álgido en el que casi (y solo casi) parece alcanzar el equilibrio para de nuevo precipitarse al vacío y más tarde remontar, esta vez en el extremo opueso, hasta ese punto de (casi) equilibrio.
Es ese continuo movimiento de vaiven, de transición entre estados que se repiten pero nunca son el mismo lo que constituye su esencia, lo que lo caracteriza, lo que me fascina...
Porque además ese vaiven se comunica de modo que, si pones lo suficientemente cerca un pendulo de otros, su búsqueda se hara común, se transmitiran entre si ese movimiento de pretensión de equilibrio...Como esas redes de relaciones humanas, esas telas de araña que nos entremezclan y cruzan nuestros caminos como sus hebras (a veces de forma casual e instantánaea, otras, por fortuna, de un modo más perdurable) estos pendulos se relacionan y se hacen humanos...O quiza es que somos los humanos el péndulo...Nosostros en nuestra constante e inacabable búsqueda del equilibrio, de ese punto álgido en el que parecemos flotar... Ese instante mágico que a veces se nos regala, pero que es tan fugaz que cuando acaba (y por desgracia lo hace siempre) siempre queremos más...Y entonces nos precipitamos al abismo, para volver inevitablemente a ascender en el otro extremo de la cuerda, en pos de ese punto álgido.
Y también nos relacionamos, de modo que si nos acercamos lo suficiente a otros, podremos coordinar esa búsqueda del quimérico equilibrio y ahí está la magia del movimiento pendular...
Ese que siempre se repite pero que siempre es diferente, que nos eleva y nos hunde, que nos acerca y entrecruza y siempre volver a empezar (aunqu sea en el extremo opuesto)
Quizá es por eso que me fascina el movimiento pendular...
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